La autenticidad es como una gema preciosa que todos tenemos dentro, pero que poco conocemos porque no estamos conscientes de ella. Somos seres humanos, obras del Creador, de nuestros padres, de nuestro entorno y de nosotros mismos. Conocer lo que auténticamente somos puede ser un proceso largo y doloroso, pero también lleno de sorpresas y momentos agradables. Lo podemos descubrir a través de la experiencia, la introspección, la meditación acerca de los errores y aciertos de nuestra vida. Falsamente, a través de lo que los demás proyectan en nosotros.
No somos siempre los mismos, constituye un error ambicionar la permanencia de este conocimiento. Es un devenir, día a día, siempre en una búsqueda. No somos estables, el serlo nos conduce a la rigidez, a permanecer como estatuas inamovibles en el tiempo.
Algunos enfoques psicológicos pretenden que cambiemos nuestra forma de ser y estilo de vida, al conocer la influencia determinante de los mensajes, “guiones“ y patrones de conducta transmitidos por personas relevantes. Otros afirman que esto se logra a través de los reforzadores externos. ¿Puede ser posible?. ¿Cómo lograr esa nueva autenticidad y autonomía plena hoy en día?.
Es cierto que grabamos hechos, pensamientos y sentimientos en todo el cuerpo, no solamente en el cerebro y difícilmente podemos borrar su influencia. Lo poderoso está en hacernos conscientes y decidir lo que vamos a hacer con ellos en este momento. Esa es la base de la verdadera autenticidad: la que estamos viviendo significativamente y la que deseamos construir para el futuro.
Algunas personas creen que ser auténtico es ser diferente, “tener personalidad“ Sin embargo, los seres humanos somos tan parecidos en tantas cualidades, aunque pretendamos ser distintos… Hay quienes afirman que la autenticidad está en ser espontáneos, sin control y se muestran sin freno en condiciones poco apropiadas. Algunos especialistas estimulan esta apertura sin advertir ni clarificar que la autenticidad es una cualidad muy personal y valiosa que debe ser resguardada, porque mostrar a otros la imagen interna puede ser peligroso porque nos hacemos vulnerables.
Es difícil recibir la crítica despiadada y cruel porque la imagen personal o profesional no se adapta o no se identifica con la que los demás perciben y aprueban, de acuerdo a un determinado patrón o estereotipo. Y en esas circunstancias, esa gema puede empañarse y no desear verla ni tu mismo. Porque lo que más deseamos es ser apreciados o valorados por lo que somos y no por lo que hacemos o aparentamos, con toda la ingenuidad del que comprende y acepta lo que es, sin analizar enjuiciar ni presionar por lo que debamos ser. Algo muy difícil en el ámbito académico e infrecuente en la vida social y familiar.
Muy pocas veces encontramos esa sintonía y por momentos muy fugaces, identificación plena en un solo sentimiento compartido. Solo en esas circunstancias se logra mostrar la verdadera autenticidad, la difícil de compartir, la que es, aunque lo que esté allí pueda ser evaluado por cualquier sistema de valores.
Cuida pues, tu gema interior, dentro de un bello cofre muy sólido y muy firme y no dejes que otras manos u otros ojos le empañen su brillo. Guarda la llave y úsala sólo cuando estés seguro que quien se asome en su interior, sea verdaderamente digno y merecedor de contemplarla. Recuerda que la clave secreta sólo se encuentra en tu interior y que la claridad de las facetas más depende de lo que te digas a ti mismo.
Se agradece respetar los derechos de autor y hacer la referencia de la fuente de este blog.
Valarino, Elizabeth (2009).La Autoestima.Publicado en: http://ventaninterior.blogspot.com
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