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viernes, 3 de julio de 2009

¿Eres feliz?

Un recuerdo que acude a mi memoria algunas veces, es la imagen querida de mi hermano psiquiatra, Fernando Valarino, quien murió hace muchos años. En algunas ocasiones, como parte de la rutina inicial de su consulta, le hacía la siguiente pregunta a los pacientes -¿Eres feliz?-. Yo observaba atentamente las reacciones de quien recibía tan inusual pregunta, a través de un espejo unidireccional, utilizado en las prácticas de psicoterapia a las que asistía. Nunca dejó de presentarse una expresión de asombro e incredulidad en la cara de la persona interrogada, como si pensara que ese doctor estaba más loco que él. Esperaba ansiosamente las respuestas que aún no tenía en mi interior.

Todavía creo hoy en día, que esa es una de las preguntas más fundamentales de la vida, a la cual la ciencia actual ha empezado a dar respuesta. Algunos estudiosos asocian la felicidad a la satisfacción de las necesidades, desde las más básicas como la salud y bienestar físico, sexo, alimentación, seguridad, protección, estima, amor, pertenencia, estatus, poder y fama, hasta las más trascendentes como la producción creativa e intelectual y la ayuda a otros seres humanos. Pero cada quien percibe su mundo de una manera diferente y la percepción de la felicidad continúa siendo un gran misterio y no se considera un suceso digno de estudiar, de compartir, de difundir, de considerar interesante. Lo contrario, el dolor y el displacer, con su carga negativa, parece ser más atrayente.
No es mi intención debatir el conocimiento que sobre esta materia dictan los expertos, ni buscar explicaciones simplistas a una conducta muy compleja, sino mostrar algunos elementos que pueden ayudarnos a tomar conciencia sobre la forma en que utilizamos el cerebro y nuestras potencialidades, para alcanzar la escurridiza felicidad, aún en medio de las crisis que estamos viviendo.

En estudios de opinión especializados, en relación a la localización de la sensación de felicidad, las personas refieren sentirla más frecuentemente en el tórax, vientre, corazón, cabeza; de manera difusa, en todo el cuerpo, “en el espíritu, en el alma”. Muy pocos refieren sentir la felicidad en otras partes como las extremidades, el hígado u otros órganos internos, o inclusive en los genitales.

La Neurobiología relaciona los estados emocionales con ciertas actividades neuronales del Sistema Límbico y el Hipocampo, cuyo nivel de excitabilidad, produce la percepción o conciencia de euforia o depresión. Pero en las percepciones de felicidad, se integran también otras áreas del cerebro, sin una localización determinada. Esto ha sido demostrado en pacientes que han sido privados de los sentidos o lesionados en diferentes zonas del cerebro y aún pueden sentir felicidad. Muchos autores defienden que el ser humano dirige su conducta, a través de la búsqueda del refuerzo positivo, pero si es excesivo, se produce una adaptación sensorial y deja de reaccionar de igual manera ante los mismos estímulos inicialmente agradables. De allí la importancia de la novedad para sentir placer. La mayoría de las veces esta novedad se logra de manera natural, a través del pensamiento, la introspección, la meditación, las ideas, los descubrimientos y creaciones interiores, que no necesitan de estímulos externos o se toman como mediadores en procesos más transpersonales y felices.

Descubrimientos interesantes nos muestran una gran paradoja: el cerebro humano que ha sido estimulado directamente, reacciona de manera placentera seis veces más que de manera negativa. Esto quiere decir, que mayor número de zonas del cerebro sienten placer (35%) y pocas sienten sufrimiento (5%). Sin embargo, en la vida diaria, son pocas las personas que manifiestan sentirse felices y disfrutar de un sano placer. Sin embargo, cada ser humano tiene una reactividad diferente y sus límites entre el placer y el desagrado pueden variar, de acuerdo a sus particulares mecanismos de adaptación. Las sensaciones más frecuentes asociadas al placer, son las de relajación, comodidad, alegría y buen humor.

En el cerebro se generan unas substancias químicas del grupo de las endorfinas, péptidos opiáceos naturales con efectos parecidos a la morfina, que alivian el dolor, así como otras substancias que producen de manera natural sensaciones de felicidad y euforia. Por ejemplo, luego del ejercicio sostenido por más de media hora, o de ingerir carbohidratos y el tan apreciado chocolate.

Otras formas de inducir estados placenteros son las estrategias de psicoterapia y meditación. También la relajación, especialmente de los músculos de la cara, ya que las estructuras cerebrales asocian de manera muy especial, las expresiones faciales a las emociones. Pruebe a relajar en este momento su cara y sienta la diferencia en su tensión hacia una sensación de agrado.

La felicidad no es intrínseca a los objetos materiales o sensaciones que provienen de los estímulos del exterior, sino a la per
cepción o interpretación que construimos acerca de ellos. Las mayores posibilidades de sentir felicidad están dentro de nosotros mismos y son producto de nuestra experiencia previa y sistemas de referencia. Así lo ha confirmado la Neurociencia. No importa que llamemos a esa fuente cerebro, sistema límbico, hipotálamo, corazón, aspectos inmateriales, informática cerebral, espíritu o alma.

Sabemos que hay determinantes que pr
oducen infelicidad, difíciles de modificar de manera individual, como por ejemplo las enfermedades y los problemas sociales. Pero todos nosotros podemos reconocer conscientemente, aquellos que puedan ser modificables por nuestro esfuerzo personal, para mejorar nuestro estado de ánimo. Dicho de otra manera, podemos estar atentos a las posibilidades de disfrutar, sin llegar al extremo de ser un hedonista individualista; ser flexibles y exponernos a multiplicidad de estímulos nutritivos, para mejorar nuestras conexiones neuronales; cultivar la interpretación optimista de la realidad, practicar el buen humor y mejorar nuestra habilidad de apreciar lo agradable de la vida, a pesar de las inmensas dificultades que estemos confrontando.

Vivimos en un mundo rico de alternativas para percibir estímulos positivos, pero estamos agotados y saturados por los int
ensos estímulos negativos que provienen de nuestro ambiente tan congestionado de malas noticias. Intentemos entonces darle paso a ese 35% de posibilidades de alcanzar el mundo invisible de momentos de felicidad, expandiendo la conciencia, educando nuestros sentidos, cultivando la creación y la inteligencia, cambiando y amplificando las alternativas de interpretación subjetiva de la realidad y de reacción ante ella, evitando los automatismos negativos subconscientes, practicando la generosidad, además de fortalecer el espíritu y la ética familiar, grupal y social.

Me pregunto entonces si muchos de nosotros los mortales, estamos viviendo como zombies, en el limbo, esperando y esperando que algo ocurra afuera... anestesiados, alienados, mientras la vida
transcurre sin llegar a sentir un poquito de felicidad en cada día.

Se agradece respetar los derechos de autor y hacer la referencia de la fuente de este blog. Valarino, Elizabeth (2009). ¿Eres feliz? .Publicado en: http://ventaninterior.blogspot.com

Si quieres saber


En una noche de insomnio...

No quiero ya
nada saber
ni de los mundos raros
ni del amor
porque están llenos de mentiras
aunque la vida en si
me lleve a ellos
cada día

Permanezco solitaria
unida a mi
en la infinita vuelta
hacia mi propio ser
hacia ese centro que conozco
y me sorprende
cuando pretendo mostrarlo
inútilmente, cada día.

Porque no encuentro eco
no suele agradar
cuando lo muestro
y no deseo fingir
lo que no soy
si se que soy
amorosa, directa
respetuosa de otros seres
que se acercan a mi
con la misión de despertarme
de enseñarme, cada día.


Se agradece respetar los derechos de autor y ahcer la referencia de la fuente de este blog.
Valarino, Elizabeth (2009). Si quieres saber. Publicado en: http://ventaninterior.blogspot.com

Mi Sino


Porqué evitar con insistencia
ese encuentro
creer en el sino tanto cuesta
si la vida muestra
te marca el destino
inexorable, en su presencia

Estamos aquí y aún dudamos
de las antiguas huellas, indelebles
aún dudamos
no queremos ver las evidencias
¡ estamos ciegos!

Despídete entonces
sigue adelante
no mires atrás
no mires más
no creas ya
que nada hay

Si del amor se trata
más ciegos somos
lejanamente ciegos
temerosos de amar
y ya tememos
la entrega total desde la cima
en la profundidad

Y cuál es el sentido de la vida
sino el amor
déjate amar, ama de veras
si cuando amas estás lleno
si el amor es infinito...

Se agradece respetar los derechos de autor y hacer la referencia de la fuente de este blog.
Valarino, Elizabeth (2009). Mi Sino. Publicado en: http://ventaninterior.bolgspot.com

Amor cojo

Hace un tiempo, me invitaron a un programa de TV para ampliar la discusión sobre un artículo que me habían publicado en un diario sobre la teoría del tríangulo del amor. Asistió también una hermosa pareja que tenía ¡51 años de casada!, algo muy infrecuente de encontrar en nuestros tiempos. Yo comentaba sobre la analogía del amor con una mesa de tres patas, casi siempre inestable. Y más, cuando cada una de ellas es de diferente tamaño y calidad.

El componente más conocido del amor se refiere a lo físico, al fuego de la pasión, lo que se explica a través de la química del amor, más transitorio pero muy intenso. El segundo es el compromiso, la relación formal que se establece en una pareja, a corto o a largo plazo, formalizada por el noviazgo o el matrimonio legal, donde el contrato previo y la estabilidad es lo importante. Pero el tercer componente es el que logra el equilibrio entre ellos tres, es la intimidad emocional, centrada en una buena comunicación, en la confianza mutua, en la tibia calidez de sentimientos desapasionados, en la simpatía y empatía por el otro, en la relación espiritual y trascendente. Y más difícil de crear y mantener. La bella señora invitada a ese panel me dijo, que la cuarta pata debería ser el respeto por el otro, la entrega incondicional, todavía más difícil del encontrar en estos tiempos.

Cuando comentábamos acerca de la perdurabilidad del amor, llegamos a la conclusión, que el compromiso y la intimidad le dan estabilidad a la relación, mientras que la pasión le da el movimiento necesario para el cambio continuo, pero que lamentablemente desaparece con el tiempo, cuando más, dura pocos años. ¿Qué hacer entonces ante este dilema?. Muchas personas deciden cambiar de pareja con el deseo de volver a sentir la ilusión de la pasión. Otras deciden irse por el camino de las relaciones paralelas. Si nos planteamos cada día una expectativa de mayor longevidad y mejor calidad de vida, así como suceden cambios de carrera o profesión a lo largo de la vida, surgirán cada vez más frecuentemente los cambios de pareja.

Hablábamos de la posibilidad de interesarnos en varias personas a la vez y si esto era posible y conveniente. Un tema por de más controversial, pero sobre el cual las personas hoy en día tienen puntos de vista diferentes. Nuestra bella dama de otra época, defendía que la mujer debía aceptar la infidelidad “porque el hombre era de la calle” y la mujer nunca debería mirar a otro caballero que no fuera su marido. ¡Qué tiempos aquellos!. Las mujeres hoy en día defienden el derecho que yo llamo el uso del “colirio”, de mirar hacia otra parte. Pero dentro del compromiso que una pareja establece, lo más importante no es la legalidad ni lo económico, es el compromiso psicológico de mantener viva y estimulante esa relación, defendiéndola de las muchas tentaciones que pueden afectarla, si las aceptamos como un hecho real y nos preparamos para actuar de manera preventiva en esos escenarios.

Una relación afectiva (no solamente de pareja) que no se nutra y se riegue como a una planta, según sus necesidades, no puede perdurar en el tiempo. Cómo puede pretenderse entonces que una pareja pueda mantenerse unida muchos años, si las estadísticas demuestran que los matrimonios modernos, apenas tienen cinco minutos de intimidad y comunicación cara a cara … ¡a la semana!, razón por la cual la relación pierde continuamente su estabilidad y cada vez aumenta el número de personas que se nutren de esta manera a través de los encuentros virtuales, supliendo en muchos casos lo que debería ocurrir presencialmente. Si las parejas se dieran el regalo -como mínimo- de unos cinco minutos diarios de verdadera intimidad ¡qué diferentes fueran sus relaciones afectivas!, lo que también se aplica a las relaciones fraternales o filiales.

Es por eso que afirmo que el Amor Cojo es el amor más frecuente en nuestra época, salvo contadas excepciones o momentos de una relación muy especial. Muy poco se hace para cuidar, pulir y mantener balanceadas cada una de las patas o componentes, para que esa mesa, la del verdadero amor completo, pueda ser la plataforma para sostener a una familia y un hogar equilibrado… por el tiempo que haya de durar.

Se agradece respetar los derechos de autor y hacer la referencia de la fuente de este blog.
Valarino, Elizabeth (2009). Amor cojo. Publicado en: http://ventaninterior.blogspot.com

Las tres caras del amor


El tema del amor es muy controversial, pero siempre interesante. Muy pocas personas se preocupan por escribir sobre él y mucho menos estudiarlo científicamente. Hay una teoría sobre el amor que quiero comentar, por ser bastante asequible de comprender y aplicar a la vida cotidiana. Se trata de la Teoría Triangular desarrollada por Sternberg y Grajek. El primero es Profesor de Psicología y Educación de la Universidad de Yale y se ha destacado por sus estudios sobre la inteligencia humana. Utilizaron como apoyo, escalas elaboradas por los psicólogos Rubin y Levinger. En sus estudios, analizan tres elementos fundamentales del amor, los cuales combinan para describir 8 formas o maneras de amar en los seres humanos.

Esta teoría es muy útil para explicar los cambios y la evolución de las relaciones de pareja, los conflictos que se suscitan en ella con el
tiempo, las rupturas y separaciones. También es importante para enriquecer y desarrollar una relación, conocer las causas de permanencia y predecir los niveles de una probable felicidad.

Los tres ingredientes fundamentales del amor son: la intimidad, el compromiso y la pasión. Ellos forman los vértices tibio, frío y caliente del triángulo del amor. La medición de la intensidad de estos componentes en una relación amorosa, puede servir par
a describir la forma geométrica de ese amor, desde una a tres líneas de igual o diferente tamaño, que pueden unirse o no entre sí, hasta formar un triángulo. El nivel de cada uno de ellos crece, decrece o se mantiene a un ritmo diferente a través del tiempo.

La cantidad de amor se observa a través del área de ese triángulo y su forma indica el estilo de la relación. Un gran amor equilibrado estaría descrito por un gran triángulo equilátero, donde todos los componentes se encuentran proporcionados. Sin embargo, el fenómeno del amor es mucho más complejo y su
til que esta simplificación, pero de todas maneras estos componentes son los más importantes y deben ser analizados en toda relación de pareja.

La intimidad es el elemento emotivo y tibio. Incluye la cercanía, la comunicación, el apoyo, el compartir, la simpatía, la calidez, los sentimientos que se expresan por ejemplo, a través de una amistad o una confidencia entre dos personas.

El compromiso es el elemento cognitivo del amor. Es la decisión a corto pl
azo de amar a otra persona y el compromiso a largo plazo de mantener ese amor. Por ejemplo, el amor de un padre por su hijo se caracteriza generalmente por un alto nivel de compromiso.

El elemento motivacional del amor es la pasión, que lleva a una excitación fí
sica y psicológica , unida a un intenso deseo de unirse al ser amado. Este elemento está compuesto por dos fuerzas: una negativa y otra positiva, que explican la evolución de las motivaciones que unen o separan a la mayoría de las parejas, las causas y el ritmo del despecho.

Por ahora dejamos al lector reflexionar sobre estas ideas e intentar responder a las siguientes preguntas: ¿Cómo es mi forma y estilo de amar en este momento? ¿Cómo han evolucionado estas fuerzas cognitivas, emotivas y motivacionales en mi vida y en mi actual relación de pareja? ¿Percibiré de una manera diferente mi relación amorosa a como la percibe mi pareja? ¿Habrá diferencia entre lo que percibimos y lo que hacemos realmente? ¿En caso de haber diferencias, será eso importante? ¿Cuál de estos elementos no está presente, no se expresa o se encuentra a muy bajos niveles en mi relación de pareja?.¿Qué probabilidades de permanencia podré predecir en ese caso? ¿Puedo cambiar o expresar mejor ese nivel, variar el ritmo de cambio ? ¿ De qué manera hacerlo o estimularlo en la otra persona? ¿Es posible ese gran amor, completo y armonioso? y...¿cuánto tiempo durará?...

Se agradece respetar los derechos de autor y hacer la referencia de la fuente de este blog.
Valarino, Elizabeth (2009). Las 3 caras del amor.Publicado en: http://ventaninterior.blogspot.com