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sábado, 7 de marzo de 2009

Preguntas inteligentes

Las preguntas son un poderoso instrumento para la comunicación, la indagación y la reflexión personal y de grupo; de extrema utilidad para la toma de decisiones. Pero no toda pregunta es inteligente ni está bien construida, ni obedece a buenas intenciones. Esto depende de las habilidades del que la elabora y los objetivos que se pretenden lograr con ella. Por eso se dice que el poder se encuentra del lado de la persona que diseña la pregunta, porque al utilizar un instrumento de poder que es la pregunta, puede lograr de otras personas una respuesta inteligente, libre, creativa, o manipular para lograr la respuesta que desea, anulando la libertad de discernimiento del que responde.

Existen al menos 20 tipos de preguntas que pueden inducir diferentes estados de la mente en la persona a quien se dirige. Es así que una pregunta sencilla puede inducir un proceso de observación para que alguien describa o atienda detalles de un evento presente. Por ejemplo: “¿Puedes describir lo que ves sobre esa mesa enfrente de ti?”. O una pregunta un poco más difícil de elaborar, que induzca a la reflexión, como puede ser discriminar entre varias alternativas. Por ejemplo: “Dentro de las siguientes alternativas ¿cuál crees que es la más conveniente para nuestro país en este momento?” (enumerar a continuación las alternativas para seleccionar).

Cuando se quiere inducir un proceso de alto nivel intelectual, como lo es la comparación, la jerarquización, la clasificación, el análisis, la inducción, la síntesis o el pensamiento deductivo; la formulación de hipótesis, la obtención de soluciones o selección de alternativas, se requieren destrezas especializadas para construir las preguntas. Esto, claro está, si se quiere hacer una excelente pregunta inteligente. Todo lo contrario sería que se diseñe una pregunta sugeridora de una posible respuesta o que implique una suposición implícita. Dentro de ellas se encuentran las preguntas cerradas donde el que elige solo tiene dos posibilidades de respuesta; por ejemplo Si o No. O aquellas redactadas de tal forma que no se entienda lo que se pretende, o que contenga más de una pregunta, produciendo tal confusión que la respuesta obedezca a impulsos o falta de raciocinio inteligente. Estas son las peores preguntas. También se encuentran dentro de malas preguntas, las “arcanas”, con intención oscura o de doble sentido, o aquellas radicales donde se pone a la persona contra la pared.

Una suposición implícita implica un límite o un juicio de valor que no se dice abiertamente sino de forma subrepticia, como “una indirecta”. Cuando la utiliza en una pregunta una persona o grupo que ejerce algún tipo de poder, las personas actúan como si las suposiciones fueran verdad. De allí el alto valor orientador o manipulador de las preguntas de este tipo. Cuando una pregunta comienza con ¿está de acuerdo con…? ¿qué es lo que se supone?...Pues que hay que estar de acuerdo y la disidencia no se permite. En el caso de una pregunta con una suposición negativa, de forma velada se da por sentado algo negativo. Por ejemplo: ¿Está usted de acuerdo con el fracaso en la formulación de la ley sobre el horario laboral?. ¿Cuál es la suposición negativa? Que la ley es un fracaso. Por el contrario, una suposición positiva más bien estimula la creatividad, la objetividad, las descripciones y niveles cognitivos de mayor nivel. Un ejemplo podría ser ¿qué soluciones tienes en mente o propones para solucionar este problema?. La suposición positiva es que la persona tiene posibilidades de solución, sabe pensar, sabe resolver el problema.

Una buena pregunta, además, debe ser breve, clara, corta, enfocada en un solo tema, pertinente (honesta de propósito y adecuada al momento), neutral (sin suposiciones ni sugerencias) y abierta (lo contrario de Si o No), con palabras o conceptos sencillos de entender, que no requieran consulta a otros documentos o conceptos.

Las mejores preguntas son aquellas que estimulan el más alto nivel cognitivo que es la metacognición. Son aquellas que estimulan la reflexión personal acerca de un evento o proceso ya vivido o que está ocurriendo. Por ello son más difíciles de diseñar y de responder, porque la persona debe acudir a varios estados de la mente. Por supuesto, no son prácticas para una toma rápida de decisiones, sino para procesos de reflexión y profundidad en el análisis de un problema importante. Saber elaborar preguntas inteligentes requiere una formación especializada que no todos poseen. Pero se puede aprender. Todos los líderes y educadores debieran poseer estas destrezas.

Someta cualquier pregunta a un simple análisis, tomando en cuenta lo que son las preguntas inteligentes o manipuladoras, las objetivas o las confusas y saque usted sus propias conclusiones.

Recuerde hacer referencia correcta de este artículo como sigue:
Valarino, Elizabeth (2009). Preguntas inteligentes.
Publicado en http://ventaninterior.blogspot.com

¿Líder o poderoso?


Un líder se puede definir de muchas formas: por las competencias o características, el estilo de ejercer el liderazgo, si es formal o informal, si se orienta a la tarea o a la relación; desde las tareas a ser desempeñadas o el sistema vigente, por las conductas que debe mostrar; los efectos que se ven como consecuencia de su influencia o por las circunstancias donde se ejerce; si comparte o no las decisiones y la participación. Más actualmente, de acuerdo a los factores morales y éticos, visión de grupo, satisfacción de seguidores y su interrelación.

Tradicionalmente, se afirma que el líder debe tener un sueño o ideal y debe animar a otros e influir en ellos para convencerlos y hacer que lo sigan en la consecución de ese sueño; esto quiere decir, que muestren una conducta de aceptación y colaboración voluntaria.

Alguien puede pretender ser líder por tener un gran sueño o ideal, e intentar ejercer influencia en los demás, pero si los resultados muestran que las personas no lo siguen para lograr ese sueño, a menos que reciban recompensas o coerción para hacerlo, esa persona es inefectiva intentando mostrarse como un líder. O según algunas definiciones, no logró ser un líder, solamente ejerció cierto tipo de poder.

Por lo general, las personas tienen muchos sueños; algunos son individuales, como ser ingeniero o escritor, volar un parapente; otros colectivos, donde se requiere de los demás para lograrlos; por ejemplo ser presidente, lograr un cambio social, ser admirado, lograr figuración social; disminuir la pobreza, tener poderes supremos y muchos otros más. Algunas personas construyen sus sueños de forma operacional con objetivos y metas; otros no. Tendríamos que saber a qué sueño o meta nos referimos cuando evaluamos si alguien logró ser un líder y si ejerció el poder para lograrlo.

Es diferente el comportamiento de liderazgo y el de poder. El poder es la capacidad de influir en otros de forma de lograr que estos hagan cosas que de otra forma no harían. Una forma de ejercer el poder es la coerción donde el miedo obliga a obedecer. Unida a esta se encuentra el poder derivado de la autoridad legítima. Una forma de ejercer el poder muy potente es la recompensa a través de prebendas, bienes materiales o espirituales; otras la experticia que se tenga y el poder de referencia o fama.

El poder implica entonces un potencial de influencia a través de un recurso que ofrece quien intenta ejercer el poder. Mientras el recurso sea percibido como muy importante y escaso, mayor poder se tendrá. Y mientras más dependiente sea el receptor de ese recurso, mayor será el poder que puedan ejercer sobre el. Por lo tanto, es necesaria la dependencia para ejercer el poder, pero en el verdadero liderazgo esto no es necesario.

Siempre el receptor puede decidir sobre si recibe o no un determinado recurso y asumir las consecuencias. Pero cuando se ejerce el poder, esta discrecionalidad se disminuye, mientras que en el liderazgo, la persona es completamente libre de elegir seguir o no a ese líder de forma voluntaria.

El poder implica entonces algo diferente al liderazgo aunque muchas veces vayan unidos y se tiendan a confundir. El poder no requiere que las personas compartan las metas del líder, solo requiere una relación de dependencia, mientras que en el liderazgo es indispensable compartir las metas de forma voluntaria. Puede existir el potencial de poder y no emplearlo y sin embargo ser un líder. Pero para comprobar la conducta de liderazgo, se debe mostrar en la acción. Se puede concluir que alguien puede ser sumamente poderoso porque tiene muchos recursos, pero no ser líder, porque no influye en los demás de forma espontánea o voluntaria o tiene que apelar a la coerción, a la escasez, a la recompensa o a la dependencia para que colaboren con el.

En las propuestas más modernas del liderazgo, el líder además de influir y mover personas en una dirección, es necesario que muestre valores éticos y morales socialmente aceptables que produzcan bienestar a los seguidores, en contraposición al uso de las recompensas y la coerción; que promueva el desarrollo de las personas y las organizaciones y que tenga una visión colectiva, compartiendo el poder con los demás de forma democrática.

Para lograrlo es necesario que trascienda su yo, su necesidad de figuración, que sus deseos personales ocupen un segundo lugar para favorecer el bienestar colectivo, estando consciente de sus necesidades y las de los grupos. Y esto no se logra sin un alto grado de ética y participación y sin que todos tengan acceso a las oportunidades y recursos.

Este líder ideal debe aceptar a los subordinados aunque no esté de acuerdo con ellos, valorando esa diversidad; tratar a las personas, culturas, sociedades, religiones, de forma respetuosa sin percibirlos como competidores. Para ello debe poseer la competencia de la empatía, de ubicarse en el lugar de los demás y comprenderlos; favorecer un clima de excelencia y meritocracia, tomar en cuenta otras ideas ajenas para la transformación que pretende.

Una persona en un cargo de gran autoridad, puede ser muy poderoso porque tiene acceso a todos los recursos posibles; pero comportarse como líder en un nivel muy básico y elemental, tradicional, faltándole mucho por aprender y cambiar para poder aspirar a ser considerado un líder de impacto, moderno, transformador de la sociedad y de las personas, congruente entre lo que ofrece o pregona y su propia conducta, ser aceptado, admirado y emulado por una gran mayoría, de manera espontánea.

Este modelo de líder, que siempre hemos esperado y aspirado los venezolanos, es una utopía que quizás nunca lleguemos a alcanzar, a menos que exista un cambio muy radical y dejemos de creer en ídolos, en poderes míticos, que construyamos una sociedad centrada en valores positivos y en conceptos de desarrollo personal, grupal, organizacional y social; que dejemos la actitud cómoda, conformista y egoísta que nos representa y actuemos de alguna manera, aunque sea pequeña, para lograrlo y formar a las nuevas generaciones para ese cambio.

Recuerde hacer referencia correcta de este artículo como sigue:
Valarino, Elizabeth (2009). ¿Líder o poderoso?.
Publicado en: http://ventaninterior.blogspot.com