Los procesos de cambio generan resistencia. En los estadios iniciales se consume un alto grado de energía, especialmente en atender la valencia negativa dirigida a detener ese cambio. La intensidad de la reacción opositora nos dice mucho acerca de la importancia del cambio, de cómo afecta a las personas y cuán bien se encuentran preparadas para enfrentarlo. Cuando el cambio es deseado hay pocos problemas; cuando ese cambio no se percibe como deseable, aparece la resistencia.
Definitivamente, todo cambio implica más trabajo, porque nos saca de nuestra cómoda posición actual y porque implica pérdidas (de tiempo, de imagen, de recursos, de poder e influencia, de beneficios, de territorios, de relaciones). Y todo proceso de pérdida es un proceso de duelo que sigue varias etapas. La primera es la negación: negamos la realidad de lo que pasa. "No puede ser", decimos. "Es imposible", "de esa manera no". A pesar de tener la realidad delante de nuestros ojos (presiones internas y externas), nos resistimos. Comenzamos a combatir a los líderes que lo impulsan, a sus estrategias (llámese reingeniería, revolución, constituyente), a los que asesoran y al primer 10% de iniciadores del cambio (grupos de avanzada, líderes). Esta etapa es superada cuando se acepta la realidad, y no siempre queremos hacerlo. A pesar de las evidencias abrumadoras por las que atraviesan las organizaciones en las actuales circunstancias, nos resistimos al cambio, escudándonos en nuestro escepticismo y en nuestras antiguas creencias. Es una forma de aferrarse al cómodo pasado, descalificando las iniciativas para el cambio, pero sin involucrarnos en él.
La segunda etapa es más difícil, porque comenzamos a sentir el dolor de la pérdida, la internalizamos. Una vez superada, podemos empezar a aceptar la necesidad del cambio y a contribuir con nuestro aporte, a enfrentar el resbaladizo camino que nos lleva a los espacios de la incertidumbre.
Los líderes con visión de futuro han aprendido a vivir en los ambientes de incertidumbre, a no dejarse vencer por las trabas o piedras del camino, por las resistencias, sin antes mostrar que con su optimismo y proactividad las pueden apartar, neutralizar o disolver, siendo modelos, con su trabajo persistente y tesonero, guiados por esa visión apasionada, comprometida y compartida que los reta hacia el mañana.
Elizabeth Valarino
evalarino@intercontacto.com
Este artículo fue publicado en el Diario El Nacional, el miércoles 29 de julio de 1999
Definitivamente, todo cambio implica más trabajo, porque nos saca de nuestra cómoda posición actual y porque implica pérdidas (de tiempo, de imagen, de recursos, de poder e influencia, de beneficios, de territorios, de relaciones). Y todo proceso de pérdida es un proceso de duelo que sigue varias etapas. La primera es la negación: negamos la realidad de lo que pasa. "No puede ser", decimos. "Es imposible", "de esa manera no". A pesar de tener la realidad delante de nuestros ojos (presiones internas y externas), nos resistimos. Comenzamos a combatir a los líderes que lo impulsan, a sus estrategias (llámese reingeniería, revolución, constituyente), a los que asesoran y al primer 10% de iniciadores del cambio (grupos de avanzada, líderes). Esta etapa es superada cuando se acepta la realidad, y no siempre queremos hacerlo. A pesar de las evidencias abrumadoras por las que atraviesan las organizaciones en las actuales circunstancias, nos resistimos al cambio, escudándonos en nuestro escepticismo y en nuestras antiguas creencias. Es una forma de aferrarse al cómodo pasado, descalificando las iniciativas para el cambio, pero sin involucrarnos en él.
La segunda etapa es más difícil, porque comenzamos a sentir el dolor de la pérdida, la internalizamos. Una vez superada, podemos empezar a aceptar la necesidad del cambio y a contribuir con nuestro aporte, a enfrentar el resbaladizo camino que nos lleva a los espacios de la incertidumbre.
Los líderes con visión de futuro han aprendido a vivir en los ambientes de incertidumbre, a no dejarse vencer por las trabas o piedras del camino, por las resistencias, sin antes mostrar que con su optimismo y proactividad las pueden apartar, neutralizar o disolver, siendo modelos, con su trabajo persistente y tesonero, guiados por esa visión apasionada, comprometida y compartida que los reta hacia el mañana.
Elizabeth Valarino
evalarino@intercontacto.com
Este artículo fue publicado en el Diario El Nacional, el miércoles 29 de julio de 1999
Se agradece respetar los derechos de autor y hacer la referencia de la fuente de este blog.
Valarino, Elizabeth (2009).Duelo y resistencia.Publicado en: http://ventaninterior.blogspot.com
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