
El componente más conocido del amor se refiere a lo físico, al fuego de la pasión, lo que se explica a través de la química del amor, más transitorio pero muy intenso. El segundo es el compromiso, la relación formal que se establece en una pareja, a corto o a largo plazo, formalizada por el noviazgo o el matrimonio legal, donde el contrato previo y la estabilidad es lo importante. Pero el tercer componente es el que logra el equilibrio entre ellos tres, es la intimidad emocional, centrada en una buena comunicación, en la confianza mutua, en la tibia calidez de sentimientos desapasionados, en la simpatía y empatía por el otro, en la relación espiritual y trascendente. Y más difícil de crear y mantener. La bella señora invitada a ese panel me dijo, que la cuarta pata debería ser el respeto por el otro, la entrega incondicional, todavía más difícil del encontrar en estos tiempos.
Cuando comentábamos acerca de la perdurabilidad del amor, llegamos a la conclusión, que el compromiso y la intimidad le dan estabilidad a la relación, mientras que la pasión le da el movimiento necesario para el cambio continuo, pero que lamentablemente desaparece con el tiempo, cuando más, dura pocos años. ¿Qué hacer entonces ante este dilema?. Muchas personas deciden cambiar de pareja con el deseo de volver a sentir la ilusión de la pasión. Otras deciden irse por el camino de las relaciones paralelas. Si nos planteamos cada día una expectativa de mayor longevidad y mejor calidad de vida, así como suceden cambios de carrera o profesión a lo largo de la vida, surgirán cada vez más frecuentemente los cambios de pareja.
Hablába

Una relación afectiva (no solamente de pareja) que no se nutra y se riegue como a una planta, según sus necesidades, no puede perdurar en el tiempo. Cómo puede pretenderse entonces que una pareja pueda mantenerse unida muchos años, si las estadísticas demuestran que los matrimonios modernos, apenas tienen cinco minutos de intimidad y comunicación cara a cara … ¡a la semana!, razón por la cual la relación pierde continuamente su estabilidad y cada vez aumenta el número de personas que se nutren de esta manera a través de los encuentros virtuales, supliendo en muchos casos lo que debería ocurrir presencialmente. Si las parejas se dieran el regalo -como mínimo- de unos cinco minutos diarios de verdadera intimidad ¡qué diferentes fueran sus relaciones afectivas!, lo que también se aplica a las relaciones fraternales o filiales.
Es por es

Valarino, Elizabeth (2009). Amor cojo. Publicado en: http://ventaninterior.blogspot.com
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